En un confesionario, un humilde feligrés se arrodilla y le dice al sacerdote:
- Padre, he pecado.
- ¿Qué has hecho, hijo mío?
- Anoche hice el amor con una mujer negra, en una habitación a oscuras y con los ojos cerrados.
- Hijo mío, eso no es pecado, ¡eso es puntería!
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