martes, 18 de mayo de 2010

La sal fina

Un caballero entra en una tienda de ultramarinos y le dice a la dependienta:

- Por favor, señorita, querría un kilo de sal fina.

- Por supuesto, señor. Ahora mismo se la sirvo.

Entonces la dependienta, solicita, apoya una escalera en la pared tras el mostrador y sube hasta el último peldaño para acceder al compartimento de la estantería dónde se encuentra la sal. El hombre, mirando la escena, observa con sorpresa que la joven no lleva bragas bajo la faldita.

- Señorita -dice-, me la está usted poniendo gorda...

- No, señor -responde ella mientras coge una bolsa de sal-, se la estoy poniendo menuda.

- Pues eso -replica el caballero- que menuda me la está poniendo.

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