Entra en el lugar y observa que hay tres ancianos de cara a la pared, orinando. De uno de ellos salen dos chorritos, del otro salen cinco y del tercero salen dieciocho.
Asombrado, y movido por el ímpetu algo desvergonzado de su edad, interroga a aquellos hombres sobre semejantes portentos.
-En mi caso -dice el primero- es consecuencia de un bayonetazo en mis partes inflingido por un maldito francés en la batalla de Verdún.
-En el mio -expone el segundo- es el resultado de la explosión de una granada italiana mientras luchábamos en Montecasino.
-Pues en el mío -sentencia el tercero- es por culpa de esta bragueta china, que no me la he podido bajar a tiempo.
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