Un día San Pedro se encuentra paseando por el cielo cuando ve a Dios que está dándole a la manivela en la máquina de hacer angelotes. En ese momento, el Creador ver a San Pedro y le llama.
- Pedro, por favor (¡Puf!, angelote), ¿podrías hacerme un favor? (¡Puf!, angelote).
- Claro, Señor.
- Verás, es que tengo (¡Puf!, angelote), que ir a hacer un recado (¡Puf!, angelote), y no puedo parar de dar (¡Puf!, angelote), vueltas a la manivela. Así que (¡Puf!, angelote), ¿podrías darle tu (¡Puf!, angelote), mientras hago el recado? (¡Puf!, angelote).
- Por supuesto, Dios mío.
(¡Puf!, angelote).
- ¡Perfecto! Es muy sencillo, (¡Puf!, angelote), sólo tienes que darle vueltas a esta manivela (¡Puf!, angelote), y por esa abertura (¡Puf!, angelote), van saliendo los nuevos angelotes (¡Puf!, angelote).
Así que San Pedro se pone a ello.
(¡Puf!, angelote).
(¡Puf!, angelote).
(¡Puf!, angelote).
- ¡Qué cansado es esto! (¡Puf!, angelote). Voy a bajar un poco el ritmo (¡Puf!, angelote), porque este no lo puedo mantener (¡Puf!, angelote).
Así que baja el ritmo considerablemente cuando, ¡Puf! sale un angelote negro y, horrorizado, acelera el ritmo gritando:
-¡Coño, que se me queman!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario