El pobre Adán se pasea solitario y meditabundo por el Edén. Dios, al notarlo cabizbajo y preocupado le pregunta:
-¿Qué te sucede, hijo mío?
- Veras, Dios mío, me siento muy solo en la vastedad de este maravilloso lugar. ¿No podrías dotarme de alguna compañía que me permita trascender, mejorar, aprender, crecer moral e intelectualmente, que me haga sentir el amor, comprender la existencia, que me inspire y se inspire en mi, que me de la alegría y reciba mi gratitud?¿No podrías hacer algo así, mi Señor?
Dios medita unos instantes y, lleno de bondad, responde:
- Claro que puedo, Adán, y así lo haré. Tomaré de ti un pulmón, un ojo, la nariz, un riñón, el pie izquierdo, el brazo derecho y el pene y con ello crearé la compañía que me solicitas.
-Hmmmmm, ¿y por una costilla qué me das?
-¿Qué te sucede, hijo mío?
- Veras, Dios mío, me siento muy solo en la vastedad de este maravilloso lugar. ¿No podrías dotarme de alguna compañía que me permita trascender, mejorar, aprender, crecer moral e intelectualmente, que me haga sentir el amor, comprender la existencia, que me inspire y se inspire en mi, que me de la alegría y reciba mi gratitud?¿No podrías hacer algo así, mi Señor?
Dios medita unos instantes y, lleno de bondad, responde:
- Claro que puedo, Adán, y así lo haré. Tomaré de ti un pulmón, un ojo, la nariz, un riñón, el pie izquierdo, el brazo derecho y el pene y con ello crearé la compañía que me solicitas.
-Hmmmmm, ¿y por una costilla qué me das?
No hay comentarios:
Publicar un comentario