Adán y Eva, en el Paraíso, tentados por la serpiente muerden el fruto prohibido por Dios. Al hacerlo, el cielo se abre y una poderosa voz lo llena todo, exclamando:
- ¡Traición! Habéis comido del fruto prohibido pese a mis advertencias. Por ello ahora, los dos seréis castigados.
Los dos humanos, asustados y avergonzados, caen de rodillas al suelo, suplicando el perdón de Dios. Pero el Creador se muestra inflexible y sentencia:
- A tí, Adán, te condeno a vagar por el mundo y pagar con tu sudor este horrible pecado. Deberás trabajar y esforzarte para lograr cualquier pequeña comodidad, siendo el sudor de tu frente el recordatorio de mi castigo y del Edén que voluntariamente has abandonado.
Adán, horrorizado, rompe a llorar.
- Y tú, Eva... ¡Tu falta ha sido mayor, pues has sido tú la que ha tentado y convencido a Adán! Por eso te condeno a pagar con tu sangre. Será tu sangre la que te recuerde el vil acto que has cometido aquí hoy.
Eva, apesadumbrada, alza la vista al cielo y replica:
- Pero, Señor, pagar con la sangre es muy duro y doloroso, ¿no podrías reconsiderar el castigo que me impones?
- Hmmmm -reflexiona Dios-. Está bien. Me podrás pagar tu sangre en cómodos plazos de 28 días.
- ¡Traición! Habéis comido del fruto prohibido pese a mis advertencias. Por ello ahora, los dos seréis castigados.
Los dos humanos, asustados y avergonzados, caen de rodillas al suelo, suplicando el perdón de Dios. Pero el Creador se muestra inflexible y sentencia:
- A tí, Adán, te condeno a vagar por el mundo y pagar con tu sudor este horrible pecado. Deberás trabajar y esforzarte para lograr cualquier pequeña comodidad, siendo el sudor de tu frente el recordatorio de mi castigo y del Edén que voluntariamente has abandonado.
Adán, horrorizado, rompe a llorar.
- Y tú, Eva... ¡Tu falta ha sido mayor, pues has sido tú la que ha tentado y convencido a Adán! Por eso te condeno a pagar con tu sangre. Será tu sangre la que te recuerde el vil acto que has cometido aquí hoy.
Eva, apesadumbrada, alza la vista al cielo y replica:
- Pero, Señor, pagar con la sangre es muy duro y doloroso, ¿no podrías reconsiderar el castigo que me impones?
- Hmmmm -reflexiona Dios-. Está bien. Me podrás pagar tu sangre en cómodos plazos de 28 días.
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