Un día como otro cualquiera, el Diablo sube al Cielo para comentar unas cosillas con Dios.
- Verás -dice el demonio-, tengo el infierno lleno y no hay manera de seguir aceptando almas condenadas en unas condiciones de sufrimiento y martirio lo suficientemente dignas. Pese a que estamos ampliando las instalaciones, es tan enorme el caudal de almas que llega que no nos va a dar tiempo a aceptarlas a todas. Así que, o buscamos una solución o esto se ha acabado.
- No te preocupes, Lucifer -responde Dios, mesándose las barbas-, seguro que se me ocurre algo.
- Eso espero.
Mientras el Diablo se aleja, Dios comienza a pasear, meditabundo, por los hermosos caminos del Paraíso. San Pedro, que camina en silencio a su lado, súbitamente exclama:
- ¡Ya sé que podemos hacer!
- ¿Qué se te ha ocurrido? -inquiere Dios, expectante.
- Bueno, tengo entendido que en función de lo malvada que haya sido cada persona en su vida mortal, su alma ocupa un mayor o menor espacio. Así los realmente malvados ocupan en el infierno muchísimo más espacio que los levemente malvados.
- Ajá -dice Dios mientras medita las palabras del Santo.
- Así que, si se le concediese un indulto parcial a alguna de las almas más malvadas del infierno y se la sacase del infierno durante un tiempo reencarnándolo en la Tierra, eso tendría que liberar bastante espacio en la instalaciones de Lucifer para que pudiesen seguir entrando otros condenados.
- ¡Qué buena idea! -exclama Dios-, infórmate ahora mismo de quien es el alma más malvada del infierno.
San Pedro marca veloz a los Registros y regresa al poco tiempo con unos documentos.
- Ya lo tengo. Según nuestros datos el peor alma de todas es la de Adolf Hitler.
- Pues dile que suba a verme y veremos qué se puede hacer.
Así que San Pedro, obediente, desciende al Infierno, habla con Lucifer y ambos acuden a buscar el alma de Hitler. Después, con el condenado ya localizado, los tres suben al Cielo a hablar con Dios.
- Bien, Adolfo -comienza Dios-, si por la razón que fuese te concediésemos un indulto parcial y te dejásemos regresar a la Tierra durante cincuenta años... ¿tú qué harías?
Hitler se apoya una mano en la barbilla y comienza a pensar la respuesta. Al final, sentencia:
- Gasearía a seis millones de judíos y a tres daneses.
Dios, San Pedro y Lucifer se miran extrañados los unos a los otros y, finalmente, Dios pregunta:
- ¿Y por qué a tres daneses?
A lo que Hitler frotándose las manos y con los ojos enloquecidos, responde:
- ¡Ja, sabía que los judíos no importan!
- Verás -dice el demonio-, tengo el infierno lleno y no hay manera de seguir aceptando almas condenadas en unas condiciones de sufrimiento y martirio lo suficientemente dignas. Pese a que estamos ampliando las instalaciones, es tan enorme el caudal de almas que llega que no nos va a dar tiempo a aceptarlas a todas. Así que, o buscamos una solución o esto se ha acabado.
- No te preocupes, Lucifer -responde Dios, mesándose las barbas-, seguro que se me ocurre algo.
- Eso espero.
Mientras el Diablo se aleja, Dios comienza a pasear, meditabundo, por los hermosos caminos del Paraíso. San Pedro, que camina en silencio a su lado, súbitamente exclama:
- ¡Ya sé que podemos hacer!
- ¿Qué se te ha ocurrido? -inquiere Dios, expectante.
- Bueno, tengo entendido que en función de lo malvada que haya sido cada persona en su vida mortal, su alma ocupa un mayor o menor espacio. Así los realmente malvados ocupan en el infierno muchísimo más espacio que los levemente malvados.
- Ajá -dice Dios mientras medita las palabras del Santo.
- Así que, si se le concediese un indulto parcial a alguna de las almas más malvadas del infierno y se la sacase del infierno durante un tiempo reencarnándolo en la Tierra, eso tendría que liberar bastante espacio en la instalaciones de Lucifer para que pudiesen seguir entrando otros condenados.
- ¡Qué buena idea! -exclama Dios-, infórmate ahora mismo de quien es el alma más malvada del infierno.
San Pedro marca veloz a los Registros y regresa al poco tiempo con unos documentos.
- Ya lo tengo. Según nuestros datos el peor alma de todas es la de Adolf Hitler.
- Pues dile que suba a verme y veremos qué se puede hacer.
Así que San Pedro, obediente, desciende al Infierno, habla con Lucifer y ambos acuden a buscar el alma de Hitler. Después, con el condenado ya localizado, los tres suben al Cielo a hablar con Dios.
- Bien, Adolfo -comienza Dios-, si por la razón que fuese te concediésemos un indulto parcial y te dejásemos regresar a la Tierra durante cincuenta años... ¿tú qué harías?
Hitler se apoya una mano en la barbilla y comienza a pensar la respuesta. Al final, sentencia:
- Gasearía a seis millones de judíos y a tres daneses.
Dios, San Pedro y Lucifer se miran extrañados los unos a los otros y, finalmente, Dios pregunta:
- ¿Y por qué a tres daneses?
A lo que Hitler frotándose las manos y con los ojos enloquecidos, responde:
- ¡Ja, sabía que los judíos no importan!
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