Un señor, movido por la piedad y la Fe, decide meterse a monje cartujo con voto de silencio aunque se le permite decir dos palabras cada diez años en un acto especial presidido por el Abad del monasterio junto con todos los hermanos presentes.
Así, a los diez años de entrar, se juntan todos los monjes y cada uno de ellos, por turnos, pronuncia sus dos palabras autorizadas en ese decenio. Todos ellos aprovechan para decir "Ave María", pero el señor en cuestión dice:
- Cama dura.
El Abad le mira sorprendido pero no dice nada.
Pasan otros diez años y, de nuevo, reunidos todos los monjes, vuelven a decir sus dos palabras autorizadas. Todos dicen de nuevo "Ave María", pero hete aquí que el señor dice:
- Comida mala.
El Abad le vuelve a mirar pero, de nuevo, no dice nada.
Así que pasan otros diez años y se repite la escena. Todos los monjes allí reunidos dicen "Ave María" menos este señor que exclama:
- ¡Me voy!
Entonces el Abad, enrojecido le espeta:
- ¡Pues vete ya hombre, que llevas treinta años quejándote!
Así, a los diez años de entrar, se juntan todos los monjes y cada uno de ellos, por turnos, pronuncia sus dos palabras autorizadas en ese decenio. Todos ellos aprovechan para decir "Ave María", pero el señor en cuestión dice:
- Cama dura.
El Abad le mira sorprendido pero no dice nada.
Pasan otros diez años y, de nuevo, reunidos todos los monjes, vuelven a decir sus dos palabras autorizadas. Todos dicen de nuevo "Ave María", pero hete aquí que el señor dice:
- Comida mala.
El Abad le vuelve a mirar pero, de nuevo, no dice nada.
Así que pasan otros diez años y se repite la escena. Todos los monjes allí reunidos dicen "Ave María" menos este señor que exclama:
- ¡Me voy!
Entonces el Abad, enrojecido le espeta:
- ¡Pues vete ya hombre, que llevas treinta años quejándote!
No hay comentarios:
Publicar un comentario