Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros (Groucho Marx)

Este blog pretende ofrecer al visitante un chiste nuevo al día durante todo el año. Los habrá de todo género y calidad. Largos y cortos. Buenos y malos. Simpáticos, irreverentes, grotestos, de alto contenido sexual y propios de la astracanada más sonada.

Nadie está obligado a leerlos pero cualquier comentario es bien recibido.

O no.

sábado, 27 de marzo de 2010

En la puerta del Cielo

Un luminoso día, Jesús está paseando por el Cielo cuando escucha que San Pedro, desde la puerta, le está llamando dando grandes voces. Jesús, solícito, se acerca al lugar y le pregunta al Santo qué sucede.

- Jesús, Señor, -responde San Pedro-, tengo que ir un momento a arreglar unos papeles en el registro angelical y necesito que alguien vigile la Puerta de acceso al Cielo en ese rato. ¿Podrías hacerme este favor?

- ¡Claro que sí! -responde Jesús- pero, ¿y qué tengo que hacer?

- Es muy sencillo -afirma el Santo- para saber quien se ha merecido el cielo, sólo hay que preguntar a los que lleguen algunas cuestiones sobre sus acciones en la Tierra y no mentirán porque al llegar aquí pierden esa facultad. Así que es fácil discernir quien merece entrar y quien no.

- No parece muy difícil, en efecto -reconoce Jesús.

- Sólo hay un problema, Señor -advierte San Pedro-. En ocasiones llega gente muy anciana que apenas recuerda cosas de su vida. Con esa gente sed paciente y preguntadles cosas sencillas.

- Eso haré, San Pedro. Ahora ve en paz que yo me quedo a cargo de todo.

San Pedro se aleja del lugar y Jesús se dispone a custodiar las puertas del Cielo todo el tiempo que haga falta.

Al poco rato observa que, por el camino que llega desde la Tierra, se acerca un señor de pelo blanco, cuerpo encorvado y manos callosas. El anciano parece un poco aturdido y bastante desorientado así que Jesús va hacia él, lleno de misericordia, le pregunta.

- Dime buen anciano... ¿qué edad tienes?

- Pues... no lo recuerdo bien... -responde el pobre hombre enfocando su turbia mirada en Jesús.

- ¿Cual era tu profesión en la tierra?

- Yo... era carpintero...

- Vaya -Jesús, al oír eso, siente un estremecimiento- y, dime... ¿tenías familia?

- Un hijo... aunque, en realidad, no era exactamente mi hijo...

- ¡Vaya! - Jesús, nota un ligero temblor de piernas y una creciente emoción- Y, dime buen hombre, ese hijo tuyo ¿cómo era, qué hacía?

- Pues... era muy bueno... siempre hacía el bien... ayudaba a los demás... y, al mismo tiempo, era distinto a los demás....

Jesús, convencido, lleno de amor y con lágrimas en los ojos, exclama:

- ¡Papá, papá! ¡Soy tu hijo!

Y el anciano, al oír aquello, abre los brazos y responde:

- ¡Pinocho!¡Pinocho!

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