Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros (Groucho Marx)

Este blog pretende ofrecer al visitante un chiste nuevo al día durante todo el año. Los habrá de todo género y calidad. Largos y cortos. Buenos y malos. Simpáticos, irreverentes, grotestos, de alto contenido sexual y propios de la astracanada más sonada.

Nadie está obligado a leerlos pero cualquier comentario es bien recibido.

O no.

sábado, 6 de marzo de 2010

Un día de caza

Un día de primavera Pepe recibe la llamada de su amigo Miguel invitándole a que ese fin de semana le acompañe a una jornada de caza mayor en el coto de su pueblo. Pepe rechaza inicialmente la invitación ya que no sabe cazar ni le llama la atención, pero ante la insistencia de su amigo Miguel acaba por aceptar unirse a la partida ese domingo.

Al llegar al coto Miguel le explica a Pepe que la cosa es muy sencilla:

- Mira, tu te escondes en esos arbustos que hay en lo alto de aquella colina. Y con esta escopeta le disparas a cualquier bicho que se te acerque. Si le das, cobras la pieza y listo.

Pepe, escopeta en mano, asiente y se dirige solícito al puesto que le han asignado entre unos arbustos en lo alto de una colina.

Va pasando la mañana y no hay novedades de ningún tipo. Pepe, aburrido, cree que aquello es una pérdida de tiempo y se prepara para echarse una cabezadita. En ese momento un rugido a los pies de la colina le hace brincar, asustado. Al mirar en la dirección de aquel ruido descubre un enorme oso que está comenzando a subir por la colina hacia su escondite. Nervioso, Pepe empuña la escopeta, apunta al animal y dispara.

¡PUM!

Pero el proyectil le pasa al oso muy por encima de la cabeza y sólo sirve para llamar su atención. Pepe, paralizado, observa aterrado como el oso llega hasta él, levanta sus garras, le baja los pantalones y le da por culo salvajemente mientras ruge en su nuca. Al terminar se va hacia la espesura del bosque cercano, dejando a Pepe trastornado, dolorido y asustado.

Al terminar el día, Pepe retorna al lugar dónde se concentran los cazadores y decide no contarle nada a Miguel de la experiencia con el solo.

- ¿Cómo te ha ido, Pepe? -pregunta Miguel.

- Puesss, creo que voy a volver la semana que viene, pero con un arma más grande y más munición.

-Vaya -se sorprende su amigo- pues sí que te ha gustado la caza.

Al fin de semana siguiente los dos cazadores vuelven al coto. Esta vez Pepe se ha traído consigo una escopeta de doble cañón con munición reforzada especial para cazar osos. Pide que le den el mismo lugar y, al llegar, carga la escopeta y espera pacientemente que vuelva a aparecer el maldito oso. Efectivamente, a las pocas horas el oso vuelve a aparecer en el pie de la colina. Pepe, se levanta, apunta la escopeta y grita:

-¡Muere bastardo!

¡PUM!¡PUM!

Pero la mala suerte, la ira contenida, los nervios desgarrados hacen que ambos proyectiles se estrellen contra el suelo a varios metros del oso que, al ver a Pepe, ruge de nuevo y avanza hacia él, le baja los pantalones y le vuelve a dar por culo entre rugidos espeluznantes.

Esa tarde, en el punto de reunión, Pepe con la mirada enloquecida, el rostro desencajado y las manos temblorosas exclama:

- ¡El próximo fin de semana vengo!¡Vengo!¡Y voy a traer más armas!¡Más de todo!

Miguel, asustado, no se atreve a preguntar más y se limita a asentir.

Efectivamente, el fin de semana siguiente Pepe y Miguel vuelven al coto de caza. Esta vez Pepe trae consigo un fusil ametrallador con balas trazadoras, cuatro minas antipersonal y dos granadas de fragmentación. Sin esperar al reparto de puestos se va directo a los arbustos en lo alto de la colina. Coloca las minas alrededor del puesto, carga la ametralladora y sitúa frente a él las granadas. Ansioso comienza a otear los alrededores en busca del oso. Pasan las horas y no hay rastro del animal. Pepe suda, se balancea detrás y delante, se muerde las uñas, llora de impotencia cuando, una vez más, escucha al oso que está a los pies de la colina. Gruñendo, enloquecido, sale de su escondite y apunta al animal. El oso, al verle, comienza a subir la colina gruñendo furioso.

Y entonces se desata el infierno.

Las minas comienzan a hacer explosión, Pepe lanza las granadas al lugar dónde está el oso y luego descargar uno, dos, ¡tres! cargadores de balas trazadoras contra el caos de tierra, metralla y humo en que se ha convertido el lugar. Al terminar, con el eco de la explosiones aún en el corazón, mira victorioso la oscura bruma que se deshace ante él... ¡y entre medio sale el oso, intacto, que avanza hacia él enloquecido y gruñendo de un modo salvaje!

Pepe, aterrado, cae de rodillas. El oso al llegar hasta él, le pone una pezuña en el hombro y le pregunta:

- Tu aquí no vienes a cazar, ¿verdad?

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