El niño indio, una noche despejada en que las rutilantes estrellas parecen diamantes en el cielo, le pregunta a su padre.
- Padre, ¿por qué los indios nos llamamos de este modo tan particular?
El padre, sonriendo a su pequeñuelo le responde;
- Veras, hijo mío. Nuestro pueblo considera que cada uno de nosotros debe poseer un nombre relacionado con el momento de la fecundación de la madre. Así, por ejemplo, si en ese momento los padres ven pasar un lobo por las cercanía, pondrán de nombre a su hijo "Lobo solitario". Si un rayo rasga los cielos en ese instante, le llamarán "Rayo brillante". Y así siempre.
El niño indio se queda pensativo unos instantes y, súbitamente, pregunta:
- ¿Y yo por qué me llamo "Goma rota"?
- Padre, ¿por qué los indios nos llamamos de este modo tan particular?
El padre, sonriendo a su pequeñuelo le responde;
- Veras, hijo mío. Nuestro pueblo considera que cada uno de nosotros debe poseer un nombre relacionado con el momento de la fecundación de la madre. Así, por ejemplo, si en ese momento los padres ven pasar un lobo por las cercanía, pondrán de nombre a su hijo "Lobo solitario". Si un rayo rasga los cielos en ese instante, le llamarán "Rayo brillante". Y así siempre.
El niño indio se queda pensativo unos instantes y, súbitamente, pregunta:
- ¿Y yo por qué me llamo "Goma rota"?
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